jueves, septiembre 07, 2017

Estoy hasta la verga y ya me voy

Me caga el inicio del otoño. Apenas el calendario cruzó hacia septiembre y pareciera como si el Sol se hubiera muerto, y con ello, mi buen humor, mis ganas de hacer cosas, mi tranquilidad, mi paciencia, y como si mi entera y chingada existencia estuviera a punto de desaparecer en el ojo de la noche que ya empieza a cernirse más temprano, lentamente, con cada día que pasa.

Este ha sido un año - si no bien del todo, sí un poco bastante de la chingada: empezando porque en enero me rompí el brazo derecho de una forma carnavalesca y tras una operación tan compleja como el secuestro de Noriega en Panama City, allá en los profundos ochenta, todavía me sigo recuperando. Con ello, se me cebaron algunas cosas: se jodió mi temporada de ciclismo, me atrasé en once mil artículos que quería, debía, deseaba escribir, pero no podía porque tras la OP padecí algo que los médicos llaman, en su jerga latinoide, "radialis parese" - es decir, que se me chingó el nervio que controla la mano derecha y no la pude usar normalemente durante seis meses, ni siquiera para pintarle un dedo a la gente que me cae mal.

Así las cosas, avanzó el año, y avanzó y sigo sin tener suficientes muebles en este departamento al que me mudé hace un año, y sigo sin escribir líneas productivas, ni hacer nada, nada de nada, ni nada que no sea nada.

Más o menos recuperado me decidí a largarme (una vez que pase un terrible deadline que espero con ansia llegue ya, la semana próxima) al sur de Francia en bicicleta - ¿en qué otro medio de transporte creían?, ¿coche?, ¿qué clase de gorda texana creen que soy?

El próximo miércoles salgo de casa hacia la ciudad de Koblenz, mejor conocida en México por una marca de aspiradoras. Y de ahí, hasta llegar a Mannheim, la ciudad con un centro que parece un cuadro de chocolate Ritter, para tomar un tren hasta Marsella.

Estoy a la verga y ya me voy


Breve galería de caminatas



 
La muy inocua, e insignificante, pero a mi ojos linda, ciudad de Dortmund.

Colonia es una ciudad que --sin saberlo-- alberga una hermosa colección de tipografías.

 Una accidentado fallo eléctrico hace parecer a la estación de trenes la instalación de algún artista

"Frente a Transylvania" (Siebenburgen = Transylvania)