viernes, noviembre 02, 2012

Día de Muertos. Un recuerdo.

Hace siete años falleció mi abuelo paterno. No eramos demasiado cercanos, pues él era una figura de  autoridad que aunque querida era a la vez temida, y eso frenaba que hubiera mucho acercamiento. Pero lo recordé hoy, y me acordé que exactamente hoy cumple años de habernos dejado. Junto a él, recordé a mi amada abuela, su esposa, que se fue 6 años antes que él en la misma fecha.

En México, los primeros dos días de noviembre es para recordar a nuestros amados fallecidos y honrar su memoria. Y recordé que cuando mi abuelo falleció había escrito este pequeño texto. Hurgué entre mis archivos y lo encontré. Aquí se los comparto de nuevo.


Adrián H.

A la memoria de mi abuelo
1916-2005



Trato de reiniciar el trazo, de hacer memoria, más allá del momento en que supe discernir las primeras formas, las primeras letras, el primer color.

Todo en el mundo comenzó con un sí (Clarice Lispector: 9)


Imagino las noches frías de la sierra, el interminable cosmos indicando el rumbo de los hombres. El silencio, el olor de la hierba, las hondas raíces, el lamento del ganado, el rumor de la gente.


No sé si algún día en aquella remota villa serrana soñaste las ramas bifurcantes que dejarías.Si bajo las luz de las velas de cera imaginaste que tu nombre llegaría hasta nosotros y todavía más allá.

Si aprendiendo las primeras letras o bajo la disciplina implacable de tu padre imaginabas todo esto. Si pensabas en el devenir de las décadas.

Me pregunto si imaginabas que cruzarías al otro siglo intacto para de repente irte, como diciendo, crucé los años, lo logré.

Pienso en el adolescente que llegó a la ciudad para forjar un nombre y una casa. El apellido que fundaste -porque dicen por ahí que realmente no eras Herrera-. Pienso en el hombre que vendía ropa a mediados de siglo, que era juez. Pienso en el masón anticlerical, el ateo incansable, el matasotanas.

Mi abuela débil bajo tu sombra sempiterna, ahora extinta, esperándote, tolerándote, amándote, dándote hijos. Tus incontables hijos; doce, oficialmente.

Alto, grueso, cejas abundantes. Eras el patriarca incuestionable, de moral firme. Odiabas tanto a la gente disipada y sus excesos.

Temíamos tus gritos, tu desaprobación. Pero también eras el abuelo que todo lo consentía, preocupado por nuestras enfermedades, gustoso de que sus ramas crecieran, de que dieran frutos.

Amaste con fervor a las mujeres de tu familia. Todas ellas, consentidas tuyas. Por nosotros, vivías empeñado en que se nos rasgara la piel porque en el dolor, decías, estaba el aprendizaje, porque siempre creíste -y nos has hecho creer- que el trabajo es sagrado, que el sacrificio es un medio, quizás el más valioso de todos.

No sé si cortando magueyes o bebiendo el chocolate matinal, hace ya muchas décadas, nos habías imaginado. Nosotros.

Todo en el mundo comenzó con un sí (Clarice Lispector: 9)

Está todavía en mi memoria esa recia voz rompiendo la calma que el olor de los pisos limpios crea en los largo pasillos de tu casa. 1943: Tu casa. Engendraste a mi padre, y él me engendró a mí. Lo alimentabas, curabas su enfermedad, vigilaste con rigor y disciplina su crianza, del mismo modo en que él lo hizo conmigo. Somos una cadena larga.

Tengo un diccionario tuyo. Me lo regalaste hace ya tiempo. Ahí están algunas de las palabras que usamos. Ahí, consignada, nuestra comunicación.

Siempre que nos veíamos me preguntabas cómo me iba. Yo te digo que bien. Que estoy contento. Que he conocido el amor, que quiero viajar, conocer gente, ver el mundo.

die Welt rundsehen / Menschen kennenlernen (Ausländer: 72)

Así como tú lo abriste.

Creo que jamás me será posible computar las cifras que tu transitaste, que tú poblaste. 1916, 1938, 1945, 1970. Pero en algún punto teníamos que coincidir. Y en otro, separarnos.

Miro las fotos. Y busco en todos esos años una semejanza. En el espejo encuentro tus cejas, tu nariz. Aquí están, sobre mi cara, repitiéndose.


Yo les pregunto a ustedes: ¿Cuánto pesa la luz? (Clarice Lispector: 80)

jueves, octubre 25, 2012

En defensa de las humanidades. Una breve polémica..


Geisteswissenschaften, o ciencias del espíritu, es el nombre con el que se conoce en alemán al campo que cubre todas las ciencias humanas. Esta denominación germánica me hace pensar en la naturaleza abstracta e intangible de nuestra actividad, si bien imposible de concretizar en máquinas y objetos, su existencia en el mundo de las ideas o en el del espíritu es lo que les da su permanencia.

Ayer por la tarde tomaba un café con una amiga en la vecina ciudad de Bonn. Me comentaba de las dificultades que implica iniciarse en un programa de doctorado, refiriéndose al hijo de unos amigos suyos; luego hablábamos de que en Alemania, así como en otros países desarrollados, hay muchísimas personas que ostentan el título, más incluso de las que el propio mercado laboral y universitario a veces ocupa, aunque esto no sea verdad en muchas áreas en las que más bien hace falta gente. En todo caso, llegamos a un punto crucial donde indudablemente no coincidíamos: la supuesta inutilidad de las Humanidades. En estos tiempos de crisis en Europa y con los debates económicos al interior de los estados federados alemanes sobre los presupuestos educativos, las cuotas universitarias y el proceso de Bolonia, parecería que nuestros campos de estudio están amenazados si no logran adaptarse a las necesidades del mercado.

Me parece muy bien que se busque orientar las carreras de humanidades de una forma que se pueda tener un empleo que provenga del sustento en otro tipo de actividades relacionadas. Lo que me parece  inaceptable es el asedio de la actividad intelectual per se argumentado su "inutilidad" o, dígamoslo en términos de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, falta de "instrumentalidad". Ciertamente las Geisteswissenschaften no son un instrumento como lo es la biología, la medicina o la física; es, más bien, un instrumento para la reflexión abstracta y el desarrollo del pensamiento crítico que va más allá de hablar de libros, obras de arte e ideas filosóficas en cafecitos interminables y tonos esnobs.

Para mí, y para muchos, las humanidades son un proceso de liberación y renovación de nuestra conciencia histórica y cultural. Son un instrumento para entender las fuerzas que rigen la sociedad, para hacernos reflexionar sobre los mecanismos de poder y dominación, sobre quiénes somos y sobre el sentido de todo aquello que nos rodea y lo que hacemos. Quien diga que este mundo de las ideas no sirve para nada se equivoca terriblemente. Sin la reflexión abstracta, el progreso de la Humanidad sería simplemente imposible; no sería a través de la ingeniería que hubiésemos llegado a desarrollar ideas políticas modernas como la democracia, la noción de libertad y de los derechos humanos. Bajo un esquema de pensamiento "práctico" e "instrumentalista", podríamos aún en pleno siglo XXI legitimar el esclavismo, la sumisión de la mujer, el colonialismo, la dictadura y la omnipresencia de la Iglesia. No es solamente el avance técnico lo que nos hace seres más avanzados, sino también la forma en que nuestra tecnología cultural y social evoluciona paralela a la técnica: de hecho, no podemos entender el uno sin el otro, y el que uno de ellos --en este caso, el humanístico--se suprima o pretenda controlarse bajo determinados intereses, conlleva un tremendo peligro.

La discusión e investigación en humanidades debe seguir existiendo, debe seguir financiándose y debe seguir fomentándose, y facilitar su acceso a todos los individuos de cualquier sociedad libre, si es que queremos continuar avanzando y manteniendo nuestro nivel de avance cultural y social. No hablo solamente de la continuidad de nuestras disciplinas en el seno de las universidades, sino que en todo el sistema educativo, desde la educación básica hasta la preparatoria, debe existir un espacio para la reflexión y la crítica, el conocimiento de nuestra lengua, nuestra historia, nuestra literatura y nuestro arte.

Una sociedad que no piensa es esclava de la mentira y el consumo; un mundo que no reflexiona sobre su pasado está obligado a caminar hacia el futuro a ciegas, con el peligro de caer. Hace un par de días reflexionábamos en uno de mis cursos sobre el 1968 mexicano: la violenta opresión gubernamental, el posterior silencio y la censura. Imagínense ustedes que 44 años después de aquel derramamiento de sangre no pudiéramos discutir de las causas, el desarrollo y las consecuencias de aquel evento: que nadie tuviera que leer los testimonios que recogió Poniatowska o Luis González de Alba, o ver Rojo Amanecer de Jorge Fons y otros documentales, porque no es "instrumentalmente útil", porque "no sirve para nada". Imagínense el tremendo hueco sobre la conciencia de toda una civilización no tener noción ni idea de lo que significa luchar por la libertad y contra la imposición. 

Imagínense que alguien me prohibiera investigar sobre literatura alemana y migración en el periodo nacionalsocialista porque simplemente no se puede aplicar a ningún campo de la vida concreta: porque no puedo con ello vender coca colas, ni fabricar automóviles o medicamentos. No podría yo contribuir de ningún modo a que continuaramos pensando en la forma en que las letras y las artes en general pueden ser un instrumento peligroso de propaganda, y al mismo también una herramienta de lucha contra la infamia y la locura racial y totalitaria del fascismo. No podría contribuir, lo poquito que lo hago, a entender el desarrollo de la idea de nación y cultura alemana más allá de las fronteras de Europa, en los procesos de migración; muchos seguirían creyendo que Alemania es y siempre ha sido solo un receptor de "malos inmigrantes" y no habría memoria de que alguna vez la gente también se fue de aquí, incluso mucho antes del advenimiento del fascsmo. Fascismo, una palabra que hace tanto eco en la Europa de hoy, amedrentada por una crisis monetaria y política cuyas causas están precisamente en la debilitación de las instituciones democráticas y la soberanía del Estado bajo las corporaciones y los bancos.

Sin las Humanidades sería sencillísimo hacernos creer historietas pendejas, como por ejemplo pretendieron hacerle creer a nuestros parientes españoles que con la entrada a la Unión Europea no faltaba mover un dedo más hasta que se hundió el país entero en un par de meses. U observen ustedes el caso de Estados Unidos, cada cuatro años en riesgo constante de caer en garras de alguien todavía más pendejo que George W. Bush que los envíe otra vez a alguna guerra absurda y termine por privatizar hasta el agua y el aire, y acabar con todo derecho ciudadano hasta terminar de favorecer al último de los consorcios. O como quieren hacernos creer a nosotros los mexicanos, no sin mucho éxito, que la guerra contra el narcotráfico es una lucha de legítima defensa del Estado de derecho que justifica los miles de muertos y la inversión en millones en más armas y más congeladores de cadáveres, a la vez que ciertos cárteles son favorecidos en una guerra de una doble moral absurda donde son frenéticamente aplaudidos locos despóticos al estilo Mauricio Fernández.

Quitarle a los jóvenes la oportunidad de desarrollar unos ojos críticos para enfrentarse al futuro conlleva un terrible peligro para nuestra civilización. Sería entregarle el mundo, así como así, a individuos sin conciencia ni respeto por la vida ni la libertad. Sería convertir el planeta Tierra en un sweatshop gigantesco, en una especie de Mundo Feliz donde la elite hace lo que quiere con nosotros. 

Y no es que vivamos ahora en el más ideal de los paraísos: pero al menos no han logrado hacernos llegar aún a ese punto en el que nadie piensa y solo consume.






lunes, septiembre 24, 2012

Trashy Cologne. Una visita a los sexclubs de Köln.


Hay una iglesia, la más antigua de todas, que se llama Santa María en el Capitolio, construida sobre lo que alguna vez fue el templo de Diana, cuando se terminaron los viscerales tiempos romanos y esto se llenó de tribus germánicas que apenas y conocían la escritura. Santa María en el Capitolio aparece nítidamente dibujada en el mapa de Mercator de 1575, atinado cartógrafo que no imaginó lo que surgiría siglos después en ese pequeñito barrio que en aquella época seguramente se hacía rodear por mercaderías y talleres. Ahora en el siglo XXI es precisamente en el barrio de Santa María en el Capitolio en el que uno puede darse cuenta de que Köln / Cologne es un reverendo mugrero, y no lo digo solo porque sea sucia y ruidosa comparada con otras ciudades, sino porque es deliciosamente pervertida y puerca. Creo que solo la superan Berlín y Hamburgo, aquella por ser la capital y estar llena de ex-Stasis y políticos ansiosos de un fellatio estilo africano, y la segunda por ser un puerto lleno de pescado y mercancías exóticas, Fischmarkt y aledaños, adonde llegan los barcos de Asia y América ya no con jaulillas rellanas con micos, sino con cajotas de iPhones y iPads y demás chucherías.

El barrio de Santa María en el Capitolio alberga varios de los sexclubs más apestosos: apestosos porque hay tinas para ser urinado con placer por otros; apestosos porque huele a cerveza, a sudores y artículos de limpieza. No me pregunten nombres porque no sé como se llaman, solo sé como llegar: y es que es obvio. Hay sitios cuyo nombre no necesitas saber, solo necesitas saber dónde están. El nombre siempre será ridículo o hueco, algo que cambiará junto con el dueño y luego desaparecerá para siempre cuando clausuren el lugar que denomina. Pues caí una vez ahí en esos sitios rodeados de tienditas para turistas y otras  burradas porque a un amigo se le ocurrió llevarme. Se sorprendió cuando le dije que no conocía X, Y y Z locales. Decidió que fueramos, pues al día siguiente era feriado y podíamos no dormir todo lo que quisieramos. Pocas veces he visto tanta cachondez reunida en un grupo de hombres de todas las edades posibles, legales e ilegales, florecientes o desvanecientes, túrgidas o flácidas, edades todas, oh placer, que no conoce fronteras, miedo me ha dado, miedo me da y miedo me dará. Uno de los susodichos sitios --se me olvidó el nombre--, está especializado en desechos corporales: se mea y se caga, se puede ver a otros defecar y se puede ser orinado u orinar a otro. Hay películas porno en pantallas, de esas setenteras sin condón, y apesta a rayos: apesta a Pinol distorsionado en ocho mil otros químicos, como si no hubiera sustancia alguna sobre esta Tierra capaz de detener tanta atrocidad nasal. Para entrar, hay que tocar el timbre: las redadas de la policía y del departamento de salubridad son frecuentes. Creo que este tipo de lugares están aquí para recordarnos que somos seres en un constante proceso de descomposición, y que es debido a esa descomposición por la cual nos aferramos al placer antes de destruirnos.

Omito los otros sitios. Son demasiado comunes: leather, látex, cosas así. Prefiero describirles otro que está entre los dos antiguos mercados, Heumarkt y Neumarkt, junto a un túnel de la nueva línea del metro que lleva en construcción desde tiempos carolingios. Ahí se hacen fiestas fetish temáticas o multitemáticas. Las mujeres--biológicas-- están prohibidas. En un remanso donde se puede fumar, situado donde están las escaleras para descender al laberinto del sótano, me senté a tomar  cerveza y fumar: había unos sujetos vestidos de cuero con erecciones monstruosas, haciendo también sus pausas para beber y fumar tranquilamente mientras hablaban de nazis y nazismo. Uno me preguntó si era de Colonia o si era un immie (inmigrado). Al oír mi obvia respuesta, explayó sus posturas anti-turcas, anti-musulmanas, anti-südländer. No sé si entré yo en esa categoría o no, pero me da igual: pasó a explicarme porqué las dictaduras son buenas.  El amigo que me acompañaba nació en la DDR, así que su memoria está plagada de anécdotas de dictaduras y totalitarismos y gente desaparecida. En aquel remanso de fumadores la atmósfera se volvió política y me aburrí. Caminé hacia los túneles. Mi amigo y yo éramos los únicos en ropa normal, nos aguantábamos la risa. Aunque no es la primera vez en la vida en que me toca entrar a un sitio así (he visitado estos lugares antes en Ciudad de México, en Nueva York y en Hamburgo), hubo un punto en que le dije que no se alejara mucho de mí y que, de ser necesario, aparentara ser mi compañero: era demasiada la perversión reunida, demasiada la cachondez y la exhaltación pornográfica de los distintos atuendos que por un momento temí que tomaran mi ropa normal de civil como otro fetiche y me violaran.

Terminado de contemplar aquello subimos de nuevo al nivel donde todos "socializan", o sea, la pista de baile. Había dos sujetos encuerados danzando como lobas, uno de ellos de edad avanzada, el otro no tanto. Había un negro en ropa interior sentado en la barra. Otro andaba vestido de ninja (?!?) y se reía de no sé qué, solito.

La conversación con el neonazi leather me dejó algo perturbado: hay substratos de la ciudad en que las líneas de la corrección política desaparecen. Hay recovecos en los que los valores cívicos valen madre. En esos calabozos prácticamente todo está permitido, excepto matar (creo). Me impresionó darme cuenta cómo todas esas capitas de hipocresía, simpatía y pudor que usamos para socializar normalmente ahí en este club se anulan por unas horas. Solo rige la ley del consumo mínimo, porque no sé siquiera si valga todavía el sentido común (por aquello del bareback). 

Cuando salimos de ahí, nos fuimos caminando en la más tardía madrugada hasta nuestras respectivas casas. Los panaderos abrían, la ciudad comenzaba a funcionar. Uno que otro jogger madrugador iniciaba su jornada en el hiperestrato donde todo funciona correctamente.

Herr Boigen v. I.
Köln, septiembre 2012.

miércoles, septiembre 19, 2012

Trivialidades de un viaje.

Pasé una larga temporada en México. Y al llegar a Alemania nuevamente, y el tren cruzó el puente para adentrarse en el centro de Colonia, sentí una curiosa emoción al ver el centro de la ciudad, sus grandes iglesias, Groß Sankt Martin, la Catedral, y el ritmo del tráfico sobre los puentes que cruzan el río. Al abrir la puerta de mi casa percibí el mismo aroma que la primera vez que entré aquí, cuando viene a ver este apartamento. El aire tiene otro aroma: es otoño, los árboles huelen distinto. Huele a Alemania en otoño. Aunque vivo en el centro, prácticamente no hay ruido: no lo percibo, es imposible percibirlo, si llegas de México, un país tan escandaloso. El sol tiene otra intensidad; el café me supo sumamente distinto. Los atardeceres son más lentos, el tiempo pasa de otra manera.

sábado, febrero 25, 2012

Carnaval




La semana pasada fue en gran parte del mundo católico la época de Carnaval. Sin duda uno de los más famosos del mundo es el Carnaval de Colonia; creo que no hay nada más importante para un colonés que el Carnaval: ni siquiera la Navidad tiene la misma importancia ni se ritualiza ni se prepara de la misma manera. Es una tradición obligatoria que comienza el 11 de noviembre a las 11:11 de la mañana. Termina oficialmente al alba del Miércoles de Ceniza del año consecutivo, en la que es conocido que llega gente borracha, disfrazada y chorreadísima a tomar ceniza ya sea a la legendaria Catedral o a la parroquia local. Ni los ocupantes franceses ni los prusianos detuvieron la tradición, mucho menos el nacionalsocialismo --más bien éste lo aprovechó para sus propagandas--; solamente los Aliados británicos lograron suspenderlo un par de años, después de 1945.

El Carnaval como tal no existe en su manera y composición en otras partes de Alemania (hay una especie del mismo llamada Fasching en la región de Stuttgart y por supuesto en la Selva Negra, hasta en la protestantísima Thuringia, e incluso hay simulaciones del mismo dentro del ámbito de algunas escuelas en el norte de Alemania, así como en las escuelas en Monterrey imitábamos el Día de Muertos en México) Los días más grandes empiezan en la región central del río Rhin (entre las ciudades de Maguncia --cómo detesto esa hispanización-- y Düsseldorf) y específicamente en la ciudad de Colonia el jueves previo, en el Weiberfastnacht, teniendo como punto máximo el lunes de las Rosas (Rosenmontag, que en realidad es una mutación del nombre original --rasende Montag, según dicen-- y que no tiene nada qué ver con rosas en realidad) para terminar con la quema del Nubbel la noche del martes al miércoles y la posterior toma de ceniza.

Al Carnaval pertenecen naturalmente los desfiles, que son fascinantes: se reúnen las distintas asociaciones de Carnaval que existen en la ciudad, las comparsas que organizan escuelas, colegios, comunidades parroquiales, clubes deportivos, y casi cualquier barrio está representado: Nippes, Sülz, Mühlheim, Sürth, Deutz.... Se atiza el fuego de la crítica social y política: contra el discriminante sistema educativo, contra la codicia de los médicos y las aseguradoras privadas, contra el recién renunciado presidente Wulff, contra todo el gabinete conservador de la Merkel --criticada prácticamente por cualquiera--, contra los escándalos de corrupción en la alcaldía local (claro, acá también existe), y bueno, hasta temas internacionales como el rechazo de la entrada de Turquía a la UE, las promesas no cumplidas por Obama. Naturalmente no podía faltar la figura central del deporte local, Lukas Podolski, héroe del F.C. Köln, tenía un carro dedicado a él (representado como un santo, la mascota del equipo --una cabra-- le rogaba que no se fuera) y él mismo participó de una comparsa arrojando caramelos*.

Lucas Podolski <3

Olvídense de significados simbólicos e históricos: los hay, búsquenlos en un manual de antropología o en Wikipedia, pero no hay por qué intelectualizar el carnaval. El chiste es la fiesta: o tomas parte de ella o mejor durante los días respectivos toma tus maletas y lánzate a Mallorca o a congelarte el culo a Berlín. No hay manera de escapar; semanas o meses antes los "locos" o "payasos" carnavalistas (Karnevalsnarren o Karnevalsjecken) preparan sus disfraces, que pueden ser confeccionados en casa o comprados en cualquiera de las decenas de tiendas que una vez pasado el mes de diciembre ya empiezan a anunciarse. El más común, no sé por qué, es el disfraz de payaso, pero puede ser cualquiera: vampiro, monje, la marrana Peggy, rockero de los ochentas --como el mío-- o lo que sea. Puede ser un soldado con una carabina decorada por flores, burlándose ya sea de soldados napoleónicos, prusianos o de los mismos soldados del Arzobispado que no defendieron bien la ciudad durante respectivas invasiones.




El convento de monjas de la Severinstr. también celebró desde sus ventanales

Las reglas morales no valen aquí: hombres casados besan a otras mujeres; una misma chica pasa por los brazos de distintos hombres; gente que acaba de conocerse se devora a besos públicamente, de repente uno que otro loco se agarra a golpes con otros. Citas se conciertan, heterosexuales se hacen bicuriosos por unas cuantas horas, borrachos corren sin control sobre la calle a las 4 de la mañana, se bebe sin fin, el abrigo se arroja a un lado, se pisotea arrinconado por ahí, se llena de gotas de cerveza y sudor y aunque hayan pasado 18 horas continuas de celebración, cantando y bailando, dormir es casi imposible por la adrenalina que llena la sangre y que la noche del martes, durante la quema del Nubbel, no siente ya más los efectos del alcohol tras la 7a u 8va ración de verdadera kölsch.

Este año tuve la buena suerte de pasarla con mis amigos M. y D., ambos provenientes de zonas rurales cercanas y, especialmente con M., bastante fluido en el dialecto local. Él me explicó cada significado que pasa desaparecibido a un foráneo, venga del extranjero o de otra parte de Alemania. Me enseñó bastantes palabras y frases del dialecto --mismo que escucho muy frecuentemente por mi barrio--, me explicó el sentido de muchas letras de las canciones tradicionales y el de las más nuevas de Carnaval, que además conforman un acervo musical riquísimo, vastísimo lleno de humor e ironía, pero también de nostalgia, tristeza y amor: composiciones de Willy Ostermann, Willi Milowitsch, el gran patriarca del cabaret estilo kölsch y su respectivo teatro en la Aachener-Str., de grupos como Höhner, Bläck Föös, etc., música que es derroche de ocurrencias y pendejadas, y también un canto de amor al terruño, la Heimat, a Colonia.


Es ahí donde es más que evidente que Alemania no es un país uniforme y único, no es (solamente) la estampita de intelectuales, pensadores, compositores e ingenieros cuadráticos vestidos de negro tipo Kraftwerk (que para empezar casi nadie escucha) que trabajan en laboratorios galácticos de VW y BMW, imagen ciertamente adquirida en las estampitas que compran en su papelería local, que obtienen en el libro de alemán como lengua extranjera o que cruza por el imaginario de la DeutscheWelle y sus emisiones internacionales, así como por el de los estereotipos construidos por un resentido Hollywood. Pero no: este es un país donde la gente es de carne y hueso, con distintos antecedentes y tradiciones, un país, si ustedes quieren, de cierto modo artificial creado a la fuerza por Prusia en 1848. Pero claro: son cosas de las que uno solo se da cuenta al vivir, convivir y hablar de verdad con la gente, hacerte de amigos y confundirte en el entorno.

* Ah, es que hay que notar: aquí en Colonia y en general en el país entero la raza es pambolerísima, así que, pinches hipsters, dejen de traumarse por los rituales futboleros y etiquetarlos como cosa de "nacos tercermundistas", de las que obviamente jamás se dieron cuenta durante sus estancias en Berlín, Londres o París.

Un momento en el metro la noche del...viernes? sábado? No me acuerdo


El Schull- und Veedelszooch (domingo) en la Ehrenstr.


Dentro de un bar a las 11:30 a.m. del jueves

Niños, los únicos que naturalmente no se pueden poner pedos



Un burdel público ("ensúciate", en dialecto)




Hay que armarse con un buen, calórico y abundante almuerzo

"El euro vino a arruinar el dinero"

martes, enero 03, 2012

Hallazgo

Hurgando en un disco duro externo que alberga los archivos de una computadora que tuve de 2004 hasta 2008, encontré las páginas de un diario que escribí entre 2004 y 2005 y me dí cuenta de lo absurdas que eran mis preocupaciones pasadas, y pensé seguramente en lo tontas que son mis preocupaciones actuales. Lo que más me llamó la atención fue la cortavisión que te da la juventud y el entorno inmediato, que creía estar atrapado en el infierno cuando en realidad vivía momentos gloriosos que ahora recuerdo con amor. Me sorprendió encontrar tantos detalles de eventos que ya había olvidado, nombres de personas que definitivamente creía haber desechado para siempre de la memoria, minucias minutas minúsculas deliciosas de mi historia personal, tanta riqueza que lamento no haber escrito más. Un valiosísimo descubrimiento es que el presente es más interesante de lo que pensamos, las dificultades un necesario aderezo. Hay que arrancarle el máximo provecho a lo que está aquí, ahora; algún día lo recordaremos con nostalgia.

domingo, enero 01, 2012

Año Nuevo

Quise publicar algo de Año Nuevo aunque fuera cualquier chorrada, con tal de que apareciera el 01.01.12 en mi blog :D Así que aquí está:

Continuaré con los mismos propósitos del año pasado porque nomás los completé a medias (son, tengo que decir, proyectos a largo plazo :P). Por otro lado, como dice la Tesoro, "no creo en las dietas misrreinas", además de que no las necesito: por fortuna ya pasó la etapa de tragadera y bebedera (que en este país inicia el 6 de diciembre con San Nicolás y termina en San Silvestre, los Reyes Magos pobrecitos no conocen las glorias de una buena rosca de reyes), así que volvemos a la comida normal de siempre.

Vaya estrés que causan las fiestas: viajes, compras, fiestas con colegas, con amigos, alcoholes, más alcoholes, prepara aquí, prepara allá. El inicio de un nuevo año hay que verlo como una especie de desintoxicación. Por eso sí que creo en las limpiezas generales de Año Nuevo, tanto del cuerpo y del alma como del entorno, que son mi especialidad, aunque requieren varios días y etapas (va por ropa, calzado, abrigos, cuartos, cocinas, etc). Hoy empecé con el lavado masivo de textiles y mañana continuaré con el resto (lo sé, lo sé, ¡soy una señora!). Quiero unos zapatos nuevos, un par de suéteres nuevos (que para el frío --aunque este año no ha hecho realmente-- todavía le resta al menos hasta mediados de marzo). Respecto a la limpieza del alma, ay pues esa sí que no sé cómo se limpia, pero intentaré al menos contaminando mi cabeza menos de pesimismo.

Respecto a otros propósitos: sí que espero resucitar mis conocimientos de francés (hablando de desempolvadera), y sobre todo que quiero ahora sí ir con mi bici al parque nacional del Eifel, que está en esta provincia. Es el colmo que conozca tantos parques nacionales alemanes, excepto el que está precisamente a la vuelta de la esquina, a escasa hora de camino.

No puedo prometer que seré menos mamón y menos bitch, dejaría de ser yo, mis reinas adoradas. Pero sí que los seguiré estimando y queriendo como se merecen.

En fin. Los amo a todos y les deseo lo mejor.

Besos de
Herr Boigen
Königsberger Productions